Construido en 1564, "El Puente de Segovia" de Madrid es todo un ejemplo de una buena inversión. Por ello, y ahora que casi hemos pasado las fiestas Navideñas, he querido volver a reeditar esta reflexión sobre un tema recurrente cada año.. ¿Sabemos ahorrar?

¿Y por qué querría yo meterle monedas a un juguete que no hace nada?
¿Es una herramienta, es algo decorativo, es un juguete?
Durante años, nuestros mayores se han servido del cerdito para que de mejor o peor forma, aprendamos a gestionar y ahorrar nuestro dinero. Y yo me pregunto..
¿Un niño realmente quiere administrar su dinero?
Yo por lo menos ni me lo planteaba! Que manía con ahorrar!.. ¿Ahorrar para qué?, ¿con qué fin?, ¡Si yo lo que quería era gastármelo en chuches y helados!
Cuando uno va creciendo y ambicionando objetos más “difíciles” de adquirir, aparecen nuestros padres y nos dicen cosas como: “Pues si quieres algo, ahorras y te lo compras con tu dinerito majo!”
Para mí esa frase es el pistoletazo de salida de la adolescencia en estado puro. Se acabó la infancia de un plumazo, justo después de esas últimas palabras: “tu dinerito”. ¿Qué es esto de “tu dinerito” ¡Con lo fácil que era hasta ahora!
Mal que bien, todos sobrevivimos a esta etapa de gestionar “nuestro dinero”, sin llegar a ser realmente nuestro. Hasta ese día que uno empieza a trabajar y obtiene su primer sueldo. Ese sí que es nuestro dinerito.
Ahí llega el aprendizaje de verdad, y es realmente cuando aquel cerdito toma cierto sentido, solo que ya no en forma de figura de barro, si no en un número de cuenta corriente y en una entidad que lo guarda por ti muy amablemente.
Y si este juguete de barro llegó a sobrevivir a las limpiezas de casa o a las mudanzas, muy posiblemente siga allí, donde lo dejaste, cogiendo polvo en la estantería de tu cuarto en casa de tu madre y tu sigas sin saber muy bien para que sirve...
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