6/22/2014

"SOBREVIVIR a un accidente Paracaidista" 2ºParte

2ª Parte de "SOBREVIVIR a un accidente Paracaidista"


22.06.14 (...) Gritos de susto de mi compañero, vueltas dentro de la campana, maldiciones e improperios a los cordones y paños, y de repente, sin saber cómo: me libero. 
Quedaban escasos 20 metros de altura y estaba bajando a una velocidad mucho más rápida de lo normal. Tiré con fuerza del mando para intentar rotar el paracaídas y frenar su derrape todo lo posible. A penas lo consigo, cuando el suelo se aproximaba tan rápido que mi mente sólo pudo reaccionar para ordenar a mi cuerpo que se apretara y tratase de adoptar un posición lo más perfecta posible para amortiguar el golpe. 

¡Pum! Caigo, ruedo y me retuerzo de dolor, se me corta la respiración, el equipo me aprisiona y me cuesta moverme. La espalda me duele. Un compañero se aproxima rápidamente a mí. Su cara refleja mi propio gesto de dolor:

- “Quítame esto!, quítame esto!, quítame esto joder!”. Es cuanto le podía decir.. (Aún hoy el corazón se me dispara de pulsaciones al recordarlo).

Llega la ambulancia y nos lleva a mi compañero accidentado y a mí al botiquín, de ahí, al Hospital. Fue un viaje muy largo hasta Cartagena, fue muy larga la espera en una camilla sólo, en una sala y fue muy duro escuchar que la ambulancia se volvía a la base con mi compañero, al que ya habían atendido del golpe en la rodilla, sin pasarse a verme. Fue muy duro quedarme allí esperando, casi tanto, como la propia caída. La cara del médico que me atendía ya me había revelado que la recuperación llevaría tiempo. Las placas confirmaban acuñamiento de dos vertebrar, pero mi voluntad, o mi arrogancia, eran fuertes: si era cuestión de tiempo, lo superaría y volvería a correr, volvería a saltar. Nadie en aquel lugar podría despojarme de mi espíritu paracaidista, ni de mi optimismo, por el mero hecho de haberme caído.

“Saldría de aquella, me volvería a levantar”.

A última hora de la noche aparecieron mis dos compañeros de piso que habían venido desde Murcia para traerme algunas cosas y tal cual llegaban se marchaban para no perder el último autobús de regreso. Un capitán de mi unidad me visitaría poco después y con las mismas, me volví a quedar solo en aquella habitación blanca con un crucifijo a los pies.

Llamé a mi madre. Por supuesto no le dije la verdad y no se la diría hasta que estuviera en el piso con los resultados definitivos: Una madre es capaz de recorrer mil kilómetros en una noche, poniendo en riesgo su vida con tal de atender a un hijo, y yo, no estaba dispuesto a que tuviera un accidente.

Pasé la noche sedado. No recuerdo que soñé. 


A la mañana siguiente, la ambulancia que había salido corriendo el día anterior, volvía a recogerme. Me daban el alta hospitalaria. Me vestí lentamente, me puse mis pantalones verde mimetizados, mi camiseta con el escudo del Ejercito del Aire y me ajusté las botas con mucho cariño y cierta dificulta, esas mismas botas que me habían acompañado el durante todo el día anterior: en el hangar de los caballeros, en el salto, en la caída, en el hospital. Previamente las había limpiado bien, porque un paracaidista siempre es un paracaidista, aunque se haya “roto”. Me puse mi camisola y mi boina verde.

- “Aquí tiene sus resultados para su médico de cabecera, mucha suerte y ánimo”. Me dijo alguien que no recuerdo. Pero si recuerdo perfectamente el momento de poner los dos pies en el suelo y dejar la camilla, como también recuerdo perfectamente el momento de salir por la puerta del hospital, como quien desfila por el Castellana de Madrid a cámara lenta. 

Tres meses duraría mi recuperación: Masajes, magneto-terapia y piscina. Tres meses sin correr, sin saltar, sin trabajar y sin visitas. Un accidentado se convertía en una especie de muñeco de budú que nadie quiere tener cerca por si se le pegaba algo. Pero ese muñeco volvió a correr y un buen día, volvió a saltar. Después del “punto y aparte”, en el siguiente salto no hubo ningún contratiempo, salvo que el momento de tomar tierra salió de mi boca un grito de júbilo y tensión reprimidos durante todo el salto, que no era muy profesional. No hubo felicitaciones, ni palmaditas, sólo un regreso en autobús inmerso en mis pensamientos, para luego, continuar con las rutinas de siempre, sin volver a ser nunca el de siempre.

Sobrevivir es una ACTITUD frente a los contratiempos que ocurren
 en nuestro día a día”

De esos días de paraca guardo muchos recuerdos y aprendizajes. Aquel hospital vio entrar a un joven paracaidista y salir a un paracaidista joven con dos vértebras acuñadas. Para mí, salir caminando de aquel lugar ha sido una de las mejores oportunidades que me ha dado la vida para apreciar cada momento bueno y cada momento malo que he vivido desde entonces: cada risa y cada sorpresa, cada palmadita y cada visita.

"La vida es muy corta" cuando uno se deja seducir por las prisas, pero cuando uno se ve privado de su salud, el tiempo se dilata de tal manera que da para muchísimas más cosas, entre ellas darte cuenta de la cantidad de cosas por las que no meceré la pena preocuparse ni enfadarse y ves, que cada día, nos suceden una gran cantidad de cosas buenas por las que estar realmente agradecido: Una familia que te quiere, unos amigos que ni la distancia consiguen disolver, una afición que recuperar, una ilusión renovada por la lectura, un atardecer distinto cada día y la sonrisa de un niño que juega con su abuelo, una carta vieja, una camisa hortera, una canción nueva del verano.

Si alguno se pregunta qué sucedió con mi madre, le puedo decir que necesité del apoyo de mis dos compañeros de piso para convencerla de que estaba bien, que podía caminar y que no era necesario que viniera. Desde aquí aprovecho y te doy las Gracias madre:

Gracias por tu amor y por tu apoyo, aun incluso cuando tú misma no lo sabías. "Todos somos Maestros"



  +Fernando Garzón   
Coach Personal y Piloto de mi Vida

4 comentarios:

  1. Me ha encantado. Muchas gracias por este testimonio personal, es muy motivador e inspirador. No nos damos cuenta de la importancia de nuestra salud y de la gente que nos rodea hasta que un día nos vemos solos o enfermos.

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  2. Gracias Fernando....me ha emocionado.
    Un abrazo.

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  3. Es precioso. Me ha emocionado. Siento no haberte conocido antes. Te hubiera hecho compañia en el hospital. Hasta siempre. Loli

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  4. Emociona sólo leer la historia narrada, imagino qué haberla vivido ha tenido que ser duro. Pero es una experiencia de aprendizaje de supervivencia. Ánimo y coraje Fernando!

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